viernes, 3 de abril de 2015

Aozora musume (1957) - Yasuzo Masumura


Yasuzo Masumura es, con toda seguridad, una de las figuras más destacadas en el panorama de la nuberu bagu japonesa. Su trabajo vendría a situarse en un lugar a medio camino entre el realismo nihilista de Nagisa Oshima y el denso cine experimental de Yoshishige Yoshida; en cierto sentido, esta suerte de equilibrio hace de Masumura un cineasta complejo, con un estilo sórdido y oscuro, pero alejado de la temática quizá demasiado abstrusa de algunos de sus contemporáneos.

A pesar de todo, Aozora musume (1957), traducida en español como La muchacha bajo el cielo azul, constituye una obra aparte, muy distinta de aquellas que componen el núcleo artístico de la filmografía de Masumura —es de comprender que, tratándose de su segunda película como director, no hallemos aún indicios de los caminos que subsecuentemente seguiría el cine del nipón—, de forma que, en lugar de los arriesgados planteamientos estéticos y narrativos que presentan obras como Akai tenshi (1966) o Môjû (1969), observamos aquí una propuesta clara, sencilla y convencional, todavía ligada a aquella tradición cinematográfica japonesa que él mismo contribuiría a derribar poco tiempo después.

Por tanto, no parece descabellado considerar esta película como una especie de revisión de Ozu, en un intento de transportar los motivos habituales del gendaigeki a la juventud de la época y traer un poco de aire fresco al ya acartonado cine japonés. A la vista está que solo la voluntad subversiva de los nuevos cineastas de estudios como la Nikkatsu fue capaz de alcanzar dicha renovación, pero para la posteridad quedan trabajos como este Aozora musume, un proyecto peculiar y un tanto fuera de tono que permanece como la huella histórica del primer Masumura.

El punto de partida es transparente, y no cabe buscar ni una gran complejidad discursiva ni reflexiones de profundo calado en el desarrollo de una trama como esta, bastante lineal y evidente. De igual modo, poco separa a estos personajes de ser meros arquetipos nuevamente reiterados en esta lejana reminiscencia del cuento de la Cenicienta. No deja de resultar interesante, sin embargo, la posibilidad de que subyazca un atisbo de crítica social en esta obra, a sabiendas de la crudeza de otras películas de Masumura al respecto —siendo, quizá, Kyojin to gangu (1958) el ejemplo más representativo. Basta con observar la oposición entre el tono alegre y despreocupado del inicio de la obra, cuando Yuko vive aún feliz en el campo, y el insoportable trato que recibe en la gran ciudad, conviviendo con esa acaudalada familia “modelo” de la época del boom económico.

En cualquier caso, parece que Masumura no pretende realizar aquí ningún análisis de las condiciones sociales, culturales o económicas de ese Japón forzosamente occidentalizado tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, y haríamos mejor en no tomar estos pequeños detalles más que como un posible anticipo de algunos elementos centrales en las posteriores películas de Masumura. El nivel por el que discurre la narración no alberga, como ya dijimos, pretensiones de intelectualidad o grandilocuencia, sino el despliegue de una temática simple que permita poner en juego mecanismos clásicos en una película disfrutable pero sin elevadas ambiciones artísticas.

Sería entonces justo, a todas luces, concederle a La muchacha bajo el cielo azul el mérito de cumplir dicho objetivo, pues, de acuerdo con sus propios términos, la realización de la película es impecable. Recurriendo a los convencionalismos del análisis cinematográfico más burdo, y haciendo uso de aquella extensa serie de palabras ambiguas —y, en no pocas ocasiones, vacías— que designan los diferentes aspectos de la puesta en escena, se puede afirmar que esta obra hace gala de una fotografía luminosa, colorida y muy cuidada, en la línea del último Ozu; que Ayako Wakao realiza, como es habitual, una interpretación sólida y carismática; que el ritmo de la película es ágil, intenso, y el metraje está perfectamente medido; que la historia es sencilla, hermosa, e incluso posee un punto de emotividad...

También pudiera parecer, por el contrario, que un trabajo tan plegado a la forma canónica de realizar películas en cuanto tal, y no como arte, carezca de sustancia, de una profundidad discursiva capaz de generar reflexiones de mayor calado, de imágenes que perduren en el fondo del espectador y regresen constantemente a su memoria como rastro de una poderosa obra de arte. No es este el caso, sin embargo; La muchacha bajo el cielo azul debe ser vista a la escala que le corresponde, como una película humilde y sencilla, pero al mismo tiempo trabajada y muy consciente de sus posibilidades. Masumura cumple con su labor en este sentido, y ofrece una obra digna por sí misma de verse, si bien su principal interés radica precisamente en la posición que ocupa como uno de los primeros pasos en la carrera de este cineasta tan particular y fascinante.


No hay comentarios:

Publicar un comentario